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Ya se me están acabando los parientes consanguíneos apuntaba yo precisamente como nota a modo de recordarme que quería yo escribir acerca de la muerte de miembros de mi familia.

Y bueno, sí es doloroso, es muy triste, pero como todos sabemos; es natural. Duele porque desde mi humilde opinión y sólo en mi caso, es hasta ahora que ha venido pasando que yo mismo he tenido que cortar el cordón umbilical, ya verdaderamente no hay nadie a quien yo en realidad escuche que me diga si estoy cometiendo un error o que les da gusto de algo que sucede con mi vida.

Sí, existe otro tipo de familiares y amigos y no los hago menos  ¡es que es otra cosa hombre!

Solo a ellos pude haber preguntado qué hacer en determinadas situaciones y estar seguro de que su respuesta no la daban con ningún tiento o con las reservas del caso aún cuando la opinión fuera dura y no me gustara, ellos como yo acostumbraban decir  lo que tenían qué  a sus hijos aunque hubiera enojo por consecuencia. Hubo un par de cosas que por orgullo, por soberbia, por estupidez no les comenté y ya no hay remedio.

Pero el punto central de estas letras es el dejar asentado de que en realidad ya con los ojos bien abiertos atino a darme cuenta de que en realidad hoy hay mas Silvas y Guzmanes que cuando yo nací, lo que sucede es que las raíces se van haciendo más profundas con la partida de los mayores y las ramas mas frondosas con los retoños que les van naciendo apuntando en todas direcciones y así la familia en realidad resulta que ha crecido solo que la tenemos que vivir como ellos lo pensaron, independientes, autosuficientes y lo suficientemente fuertes para continuar con la vida que nos regalaron.

Un día de estos por allá nos encontramos….