Caminando con desparpajo, mirando cualquier cosa que llamara mi atención, los árboles, el cielo nublado, la librería de cristal, los puestos de revistas, el bolero, el vendedor de globos, un hombre con merengues, el carrito de las nieves, un par de payasitos haciendo su rutina como con 12 personas como su público, chamacos corriendo, una pareja de novios por aquí, otra más por allá; empezaba yo a olvidarme de mis amarguras.
De pronto cuando el sol comenzó a ocultarse como día a día, el ambiente comenzó a tener algo mágico, no se qué, pero algo diferente se percibía.
Seguí caminando y de súbito al voltear sobre mi hombro la mirada, encontré a esa mujer y la sorprendí mirándome, más bien creo que sentí su mirada y me hizo voltear; ¡una mujer angelical, hermosa, mágica!
Dirigí mis pasos hacia ella y yo que soy tímido habitualmente, me encontraba sorprendentemente entablando conversación con una Diosa, bajo las copas de los arboles, con el bullicio de un domingo, y las palomas obstruyendo el paso de la gente mientras que alguien les alimentaba; en La Alameda Central de la Ciudad de México.
Al día siguiente……