Cuantas veces no nos ha tocado decirle a alguien en la casa, o en su defecto a algún amigo, que camine con más gallardía, o menos desparpajo; o con más elegancia
Lo que es peor aún, uno que acostumbraba “apantallar” a las muchachas con su energía, con su postura, ustedes saben, tal y como es del uso de los machos en casi todas las especies cuando se trata de llamarles a las hembras la atención para aparearse; o de ahuyentar al rival para que no dé batalla y de pronto después de treinta y tantos años nos percatamos que andamos caminando inclinados hacia el frente, o parados con los hombros caídos y la barriga relajada.
O aquél que arrastra los pies al caminar y le pide permiso a uno para mover el otro….
Bueno, imagínense lo que sentí y lo que pensé cuando vi a un hombre en short con una prótesis metálica que semejaba nuestra osamenta pero sin disimulo cosmético. Sin complejos, sin vergüenza, yo diría que ni con orgullo; sino sobrio.
Era al menos desde la rodilla o más arriba que estaba interactuando con su organismo, las dos extremidades inferiores eran obra de un milagro, un milagro de los muchos que hace El Hombre, afortunadamente como genero siempre hay alguna mujer o un varón que salgan al quite y se dediquen a pensar, a razonar; a estudiar
El Iba caminando a un paso envidiable, eso sí, valorando estoy seguro esa gran oportunidad. Yo desde entonces trato de no perder la galanura.