Es maravilloso verme convertido en abuelo ya de cinco maravillosas criaturas, y aún no sentirme viejo; al menos no decrepito.
Y también interesante el descubrir lo equivocado que yo estaba cuando me casé, y veía ya “mayores” a mis Padres.
Los miraba ya “viejos”, “gente de respeto”, “experimentados;” “formales”; ¡cómo cambia con los años el enfoque de la vida!
Simplemente es diferente como yo me sentía en aquel tiempo, a como veo hoy a mis hijos, yo ya me creía un señor.
Y los hijos míos pueden estar ya cerca de los cuarenta, y los sigo viendo jóvenes, inexpertos; casi yo mismo me considero así.
La sobriedad no me ha llegado con los años, me temo, pero tampoco aquella actitud de ser casi perfecto; ¿como podría?