INDIGENTE

Quiero contarles de una situación que se dio el día de hoy a causa de unos zapatos que alguien nos regaló y que no hubo manera de aprovecharlos en la familia dado a que la medida  era del 12 ½ y yo apenas calzo del número 11 y soy el más patón.
Desde luego pudimos tratar de venderlos pero el problema seguiría  siendo el mismo, porque no hay gente tan grande entre nuestros conocidos  ni parientes, los podíamos tirar a la basura pero son zapatos caros, “de marca”, y en realidad de muy buena calidad y como que no hay lógica.

 
Entonces nos decidimos a tratar de regalárselos a alguna persona que diera la apariencia de necesitarlos, y  desde luego que le quedaran y los aceptara. Empezamos mi esposa y yo a recorrer las avenidas donde podríamos encontrar a la persona adecuada, y aquí cabe mencionar que nosotros sabíamos perfectamente que no le estábamos regalando nada a nadie, era un regalo que nos habían hecho, simplemente se trataba de que no fueran a dar a quien no le representaran más que otro par de zapatos.

 
Al final vi a un hombre sentado en una esquina, formada por un callejón y una calle paralela a una gran avenida, aproximadamente de 44 años, alto, fuerte, corpulento pero derrotado.

 
Casi podría yo asegurar que ni siquiera era alcohólico activo, si acaso “hizo” cualquier otra droga, no se veía bajo el efecto de ninguna, tenia uno de sus pies metido en una cubeta con agua supongo que para refrescarse, o para aliviar alguna sensación tal vez de resequedad ¡o que se yo!, andaba sucio de su ropa y su ropa y  estaba raída, los zapatos que tenía a un lado de él eran unas verdaderas chanclas, tenía un carrito metálico de los de los supermercados como a 2 metros de él, con las chucherías que recogió de no sé donde, todo cosas que la gente ya considera basura.

 
Me le acerqué con la caja de los zapatos y se los ofrecí respetuosamente, con una mirada como de desconcierto la tomó y me fui al carro, al sentarme detrás del volante observé por el espejo retrovisor que un automóvil se acercó a él y por una de las ventanillas un chamaquito le regaló un pan y el hombre comenzó a comerlo de inmediato, sin sonreír.

 
Tuve que permanecer en eses sitio por unos minutos mientras que averigüe con uno de mis hijos en donde se encontraba la sucursal más cercana de una de esas compañías que se dedican a entregar paquetería, porque yo tenía que regresarle a la compañía del cable de televisión un receptor que me habían reemplazado los días anteriores por uno nuevo por la misma vía.

 
Eso provocó, supongo, que el hombre pensara que lo vigilábamos por alguna razón, él apuró a probarse los zapatos y después me dijo que le quedaban un poquito grandes y me los regresaba.

 
Yo sé que pueden usarse aún cuando estén un poco más grandes, pero él era honrado y educado, le pedí que los conservara y que si decidía que realmente no los podía usar que los vendiera a alguien o que los canjeara para que sacara alguna ventaja.
Entonces nos despedimos y nos fuimos del lugar….