
Allá por el año de 1962 tuve un maestro en la primaria “Pedro Romero de Terreros” de la Colonia Agrícola Pantitlán, en La Ciudad de México, que lleva por nombre Porfirio Grijalva Cruz, y respetuosamente quiero honrarlo como lo merece, el fue determinante para la formación de mi carácter, el maestro solo te puede guiar, si tu pones de tu parte la dinámica.
Dudo mucho de que el propósito de mi maestro haya sido el de motivarme a buscar la riqueza, lo que él buscaba sin lugar a dudas era el que supiéramos encontrar la felicidad, la realización, que todo el tiempo estuviéramos luchando contra la adversidad y también que nos comportáramos a la altura en cualquier situación; dudo que alguno de mis condiscípulos lo haya podido olvidar porque obviamente a todos nos daba la misma atención.

Fue un profesor que fomentaba la unión de sus alumnos entre ellos mismos, alguna vez convocó a votaciones para elegir al capitán del equipo de futbol y votaban los niños y las niñas.
Cada mes elegía a uno de nosotros para darle un reconocimiento por su rendimiento y buenas calificaciones.
Si tenía que ausentarse del salón por algún motivo dejaba a uno de los niños a que se hiciera cargo del orden.
Era muy propio en su arreglo, vestía con elegancia, tenía modos refinados, amable, inteligente, paciente, y muchas más cualidades.

Su habilidad para dar cátedra era innata, uno podía “ver” lo que nos estaba describiendo, bien fueran personajes de la historia, la formación de los continentes a partir de “Pangea”, las cabalgatas de “Don Quijote”, el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla llamando a mis antepasados, los mestizos subyugados a la revuelta para lograr la independencia de México, las peripecias que tuvo que pasar el niño Benito Juárez para estudiar y su camino por la Construcción y la Historia de México, etc.
También acostumbraba darnos directrices de comportamiento como por ejemplo invitándonos a hacer siempre un esfuerzo extra para hacer el trabajo que fuere con mucha dedicación, decía que así fuera barrer, uno tenía que hacerlo mejor que nadie y que tendríamos que estar orgullosos con nuestros logros; media vez les hubiésemos profesado toda nuestra dedicación a nuestras empresas. Si al final no realizabas tu sueño, al menos obtendríamos lo máximo posible por nuestro esfuerzo.

Este escrito pretende al menos dar una idea de su gran capacidad y visión, el fue mi maestro hace 50 años en el tercer grado de la Primaria y el logró inculcarme confianza en mí mismo.