2014-05-01 21.21.42

Y resulta que, así como hablando conmigo mismo o hablándole al viento, o a la pared, digo: ¡Pero si estamos todos en la familia trabajando y cuento con el apoyo y el amor de Martha, mi esposa!

Refiriéndome a esa maldita situación en la que uno se siente perdido cuando está haciendo todo lo que se puede hacer. ¡Y no es suiciente!

Y en seguida la reacción de la conciencia que me replica con la advertencia de que todo puede siempre estar peor, y le contesto…

¡Si, yo se que todo se puede perder! No tengo más recursos, no tengo más ideas locas, lo único que queda es levantar la frente y continuar…

Y todo por tratar de hacer algo antes de que mi tiempo se acabara, y heme aquí, lo que hice fue arrastrar a mi familia conmigo…

Quería enseñarlos a luchar, y yo estoy casi derrotado, esa no había sido nunca mi actitud, para mi había sido sinónimo de triunfo la lucha…

¡Antes nunca perdí aunque el rival haya sido más fuerte, más astuto, más experimentado; superior! Yo no le decía a Dios: “Que sea tu voluntad”

Y claro que reconozco que los bienes materiales no necesariamente te proporcionan una mejor vida, ¡Pero no fui bendecido con una gran humildad!

¡Bueno! Una vez esto dicho, sin otro recurso a la vista, consciente ahora de que la posibilidad de que el negocio no floreciera existía, pero que tambien puede triunfar, y con la fe renovada; con todo lo que nos queda: ¡A ganar!