Venía yo hace un momento manejando mi camión de regreso de mi jornada.
La percepción de mi entorno era difusa, confusa; como para dar miedo.
Manejaba “en automático”, de alguna manera como si no estuviese yo allí.
Sin ninguna emoción predominante, como vacío, absorto; sin raciocinio.
Y sin embargo, se recreaban en mi cerebro todo tipo de imágenes de mi vida.
En esos momentos, uno no sabe si ha vivido todo el tiempo equivocado; o no.
Uno ni siquiera se cuestiona, si es que hizo el bien o el mal a quien nos quería.
Pero hubo algo que logró traerme de regreso a la realidad; o viceversa.
La voz de de mis tres hijos y mi esposa, congratulándose de mi arribo al hogar.
¡Voy a disfrutar mejor de ellos, antes de perderme en mis pensamientos!